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.EL PAÍS DE LA GRACIA comprt!ndi ó que :\Iorfe o, á qu ien toda\ ·1a ag uar – daba, se habia de e spanta r con semejantes ca– vatina s, y se resolvi ó a leva ntar se y á po ner en ór<len su s asuntos, papeles y bag ajes . La Florentina , continuaba: El p:tu n¡¡cs~ru, c:tdn<ita .\ l lios tid c,d,, I<: 1,i<lo. Y ;i la \·ir~i:n tlc la \ Cg":l 'Juc no s~ n,,, agUt el vin11. -¡ Es cxtraorJina rio !- exciamaba él; estas buenas ge nte s creen que la \ "írgen no se ocupa más que de sus pequefio s asuntos . Despues de todo, pensaba, esto no ha ce mal á nadie. De pronto, detié nese caviloso, en medio ele su habitacion, lánzase luégo a l paletot, bu s ca en todas partes su cartera, y desesperado, pá – lido, con vulso , cae en una si lla , gri tando con voz ahogada: - ¡111on Dirn ! ¡J e suis volé! ¡Au sccours .' ( r). ,\cudi ó su compa1iero de viaje, y acudieron los dueño s de la fonda, que no sa bian cómo ex– plicar el ca so , ni quié n podria ser el ladren, y habl aba n de dar parte á la autoridad , y de avi– sar por el telé g rafo y ele registrar la casa, y de mil proyectos más . En estos mom entos llamaban en la escalera de la fonda:
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