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32 EL PAÍS DE LA GRACIA dar vuelcos en la cama, atormentando su cacu– men y buscando la misteriosa incógnita de este problema: ¿ Para qué lle\·arán los señoritos y los franceses dos casacas en \·erano, cuando yo no puedo aguantar ni el chaleco encima de la camisa? ,. El problema tenia su intnngulis, y no era ajeno á la situacion de :'\Iillan. J>orque es de ath-ertir que al apearse del tren, los dos viajantes, despidiéndo:;e á la fran– cesa, corrieron á coger el coche que hace el servicio de la estacion á la villa. ;\lillan, que contaba con los quince mmut os de parada, se quedó un momento á asegurars<.: de que no le faltaba en las alforjas nin g uno de los encargos que habia ido á mercar ,í Miranda. ,\l sa lir del coche, echó una mirada y advir– tió un periódico abandonado, y debajo de él una cartera con papeles que tomó y guardó . Entónccs creyó recordar que se le habian caido al francés al ponerse la segunda casaca. Llegados á casa, le faltó tiempo para con– tar á su madre la tia Bastiana, cómo habia via – jado en primera clase, y cómo los dos sei'lores que iban en el coche habían puesto á la Virgen de la Vega peor que un pial. -:\ lana Santísima ¡qué judíos ! Y tu ¿qué has hech o?

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