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26 EL PAÍS DE LA GRACIA y que los mejores son lo;; que no se avergüen– zan de su Padre, ni se la;; echan ele hombres. desbarrando contra la religion. ¡ Casualidad inesperada ó acontecimiento provídencial ! La \·erdad y la Constitucion sa– lieron triunfantes de aquel debate . En efec t o, el empicado que en un principio se sentía más in– clinado á llevarse ,i :\Tillan a In perrera, corno pedía el !ibn::-pc:nsador, acabó al fin por di~gltS· tarsc de la c1nica arrogancia de éste, y por de– cbrar, usando de su jurisdiccion, que .:.Iillan estaba en su pcrt~cto derecho, corno católico, de ser respetado en sus creencias, y como ciu– dadano, de no aguantar que en su cara le lla– niasen b:nbarote y jumento, aquellos que: des– pues de todo V<:n ian .1 neg ocia r y hacerse ricos en :H1 país. Puesto en cl,tro el derecho, el viajante de co– mercio (que eso era y no otra cosa el libre– pensador) tuvo el blien gusto de mudar de plá– tica con su compafiero el commis 7'0J'agcur francés . Y lamentfoclose ambos de que en los hoteles y posadas espai\olas no se enco n trase una cocinc1 a que supie,;e hacer bien una <IJlll' · lctlt! soujf!éc, llegaron, sin otro incidente y sin hablar más palab ras con :Millan, a l término de su v iaje, que era la importante villa de ]-foro.

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