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.:\filian, é incorporanclose prorrumpió con ade– man soez: - Y ¿ quién eres tú , zoquete, para. meterte donde no te llaman? -Yo soy quien - replic l1\Iillan lernntandosc con no menor presteza,-para meterle á \'. en su cuerpo malclecío las p;ilabras que acaba de pro nunciar . En aquel solemne instante, en que ambos contend ientes se miraban fieramente como leo– nes, eran de ver el .sudor que surcaba la frente, y la congoja que atosigaba d alma del extran– jero, horr ipilado ante la sola idea ele ver apare– cer las na,mcas. Difícil es prever lo que hubiera sucedido, :,i la casual idad, ó acaso los gritos, no hubieran hec ho que en aquella sazon aparecksc en el cr istal de la portezuela el int..:n·cntor esgrimien– do un sacabocados y recitando el consauiclo : -¡ Los bi lletes, caballeros! Envale ntonado el libre-pensador con la pre– sencia del empleado, desbarró de lo lindo con– tra e l fanatismo de los baturros, y contra la empresa, que por 110 poner un coche más e,.,· ponía á las persona;; decentes á un lance con un pollino. \Iillan ,que no se mordía la lengua, alegó que, en punto á decencia, tod os somos hijos de Dios;

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