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me preguntó quié n era ni cómo me llamaba. Se conoce que por aquena ca\·erna se entra de rondon. Parado me estaba yo sin ser capaz ele dar un paso, cuando oigo ,ma sarta de horribles bla,:. femias, y me veo asomar un demonio, tan cor– nudo como fc.:o,que me dice pinchándo me con una gran horca, que afortunadamente no me di 6: -¡Eh! ¡Tú 1 ¡Ciudadano' T:n qué quedamos ¿entras ó sale:::? ¿Yo? No sciior, no entro. Yo so y un amigo de Dios. -¡Con que amigo de Dios! Pues entónce~. ¿qué vienes á buscar aqrn, papanatas? - Ve nia ... ¡Ay, seño r Diablo! \·enia á pre– gunta r humildemente si ... por si acaso ... si ha visto vuestra merced por estos barrios algun pe– bre.:vecino de Taravilla. -¡f<uego del Infierno! ¡:\lire con lo que nos sa le ahora el pánfilo del Capcltan! ¿Es que ha– ces el tonto ó te quieres burlar de mis cuernos) :\lira, mira un poco por acá, mira cómo esca – bechamos á tus pobrcdtos vecinos de Tara villa! ! Y entónces vi en medí.:, ele un eno rme mon– ton de llamas (¡dejadme respirar, hermanos mios!) en primer lugar á 1}/a/a .sombm el Cosa· río, tocios lo habeis conoc ido, ri qu ien nunca le faltó, sin tener hacienda ni prebenda, ni aun en

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