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186 EL PAÍS DE LA GRACL.\ :.Iuchos eran los curiosos que ventajosamente colocados presenciaban el largo desfile, y varias las emociones que mútuamente se trasmitían los espectadores de tan imponente y religioso alar – de; pero sin duda, las que más nos intere– san, se cruzaban en un grupo de caballeros que rodeaban á un sefior Coronel, quien parecía merecer de ellos grandes consideraciones. - :\o me ha entendido \' .,-dec ía un jóven /"con ribetes de sit'temesi110 1 11amado Alfredo, di– rigiendo la palabra á D. Ferm in, propi etario de Tafalla, que vestía chaqueta y se prod ucia con gran expedicion. No es que yo cri tique el espí– ritu ele sacrificio, que es el del Evangel io, corno usted dice. ::'\i pretendo proclamar esa afirma– cion rnrsz' de que el sol dd progreso disipará la virtud de la mortificacion. -Pues, ¿qué otra cosa ha dicho V. que eso mismo?-obsen·ó D . Fe rmin. -Dispénseme V.-Lo que yo digo es, que temo que estos pobres labradores obren co n ce– lo indiscreto, por rutina, é inRuidos por la s aren gas de su Párroco, cediendo á terrores vetustos de santur rones, y á un espíritu de misantrópica, inconsciente austeridad. - ¡Esta si que es buena!--contestaba riendo Don Fermin. Harto se ve, señor mio, que no c,;nncc \º. el cnr.'\cl<.:r dd ¡.,a1:,. Lº:,l<.:d gratuita -

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