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156 EL PAiS DF. LA GRACIA die conoce bien ... l~a. duerma, hermano, y haga por descansar. Al despertarse al dia s iguiente, sintió Cora – zon de Oro Jlenársele el corazon de una dulzura y consuelo tan desconocidos y regalado:=, que no pudo ménos de participárse lo á la Herma na Blanca, que se perdía de Yista en punto á san– tidad . La cual, le contestó en estos términos : -Sabe, hermano mio, que las consolac iones cdestiales que Dios sude conceder á los bue– n0s, aunque infinitamente superiores á todos los deleites humanos, tod2vía no alcanzan á constituir la suprema felicidad. El mayor favor que el Sc:I'íor concede á una alma, es el de de– sear sufr ir por su amor . Sacrifica rse por el pró– jimo es algo, sobrellevar humillac ione s y opro– bios es má s, deleitarse en padecer por Dios es mucho más, y esto, esto es lo que llena: como hijos de l cielo, somos demasiado grandes , y nuestro corazon, demasiado vasto: ¡ Dios, y sól o Dios, puede.; llenar su inmensa capacidad! Corazon ele Oro repartió su hacienda entr e los pobres, y no se cansó ya de sufri r ni de bus– car trabajos por Dios: y lo gracioso es que cuanto más padecía por Su Divina :\fajestad, más lleno sentia el corazon. Paco rr o se cansó de ser un animal, y acabó por convertirse a l lado de aquel Santo.
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