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12 EL PAÍS DE U GR..\Cl..\ en público, ni r:l Santo Yiático Yisita á los mori – bundo:., si no es de rn.padillo, ni las ....-ocmgleras campanas com·ocan al \·ecindario al santo templo del Seíior. En una palallrn: Dios está c-xcluido de la Yía ptí· blica y de la vida oficial por las leyes Yige ntes, y sólo impera ostt:nsiblemcnte el Becerro de Oro, á quien hoy se con sagran en cuerpo y alma los pue· blos que presumen irá la cauezn. de la cultura . Pero como decia un g ran orador contemporá neo: «La civilizaciones má s g rande qu e los caminos de hierro, más g rande que los telégrafos eléctr icos y que los caiíones rayad os, má s grande que los bu· r¡ues de vapor y que los milagros m:ís ó ménos babilón icos de h industria moderna . Se puede te· ner todo eso y pennan<.:cer en la barllarie , porque todo eso toca inmediatamente á los cuerpos, y la civi lizacion toca inmediatamente á las al mas. ¡La civil izacion! Pues< por ventura hay algo más ele – mental que ella en toda soc iedad que conserve el espír itu de I es ucristo, es deci r, la plenitud del buen sentid o human o, transfi gurado por la luz de Dio• :» ( r). El cr istianismo, en efecto, qu ier e el progreso material como medi o, no lo quiere como fin: quie · re la materia esclava, no sobe rana; qu iere el des · a rroll o de la materia como cond icion normal de la \'ida; en manera alguna como suprema amuicion de ella . Que otras naciones co nsagren, pues, todos sus es– fuerzos á aventajars~ á las dunás en fundir caíio - (: ) El P. F\:li\'., (,,(J1:/,·r,·ncfttt, 1:·,., , 1,

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