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15-1 El, P,\ÍS DE LA GRACIA facineroso. ¡Anda, so pillo! ¡De los perros mere. cias tú ser comío 1 ¡."\rguna venera te corgarán á ti cuando lo haces! ¡Si no, no te mamarias tú tantas esazones ! ¡Calcio me traes, ave fria! ¡Qué poco me tra es peñascaró! ¡Si no te tiro la escu– dilla á la sese ra! Corazon de Or0 soportó con una paz angeli – cal tan fiera granizada, y aquel d ía pareció más empeñado que nunca en hacer feliz á su enfer– mo. Le mudó la cama y la ropa, le aderezó r perfumó el cuarto, le agenció un buen cigarro, que Pacorro saboreaba con deleite, sirvióle la comida con más afan, esmero y habilidad que de costumbre, leyó un ratito, y rezó con él al– gunas oraciones. Pacorro, que como sabemos ten ia má s pun – tas que un her izo, no pudo ménos de conmo– verse al ver, ya muy entrada la noche, que su guarclian rehusaba acostarse, por quedarse á velarle el sueno . - Váyase usted á dormir, mi amo, - g ruñó entre político y áspero. - E,;toy bien, amzgo 11úo, gracias . Hoy ha pasado mal clia... - Ca, no Señor, sino que yo soy aúna . Va– mos, váyase usté y no se moleste por mí ... ·-¡Ay! 1 no es oro todo lo que reluce, her– mano !

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