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COR,~ZON DE ORO 1 53 inmensa satisfaccion de haber sanado de la en– fermedad hereditaria, p1,es su corazon, no sólo se sentía lleno, sino que rebosaba de ;;atisfac– cíon y de amor á Dios y al prójimo por Dios. Un dia llegó la noticia al pueblo de que Pa– corro, que capitaneaba una partida de band ole– ros en la sier ra, acababa de ser copado r con– denado á muerte. Corazon de Oro no paró ni descansó hasta que logró del Rey su indult o. No quedó aquí la cosa. Pacorro, atacado del tifus, cayó g ra vemente enfermo en la cárcel, a consecuencia del susto, fatigas y mala vida pa· sada . Corazon de Oro pidió en seguida consti– tuirse en en rermero suyo, y lo logr ó con tanta mayor facil idad, cuanto que en el hospital era supe riora Blanca, que habia entrado Hermana de la Caridad . El bandido se ave rgonzó un moment o, pero su índole salvaje prevaleció, y con malos mo– dos hacía, ó no hacía, lo que le supl icaba Ma– nolin. Al cabo de varias noches que éste pas ó ve– lando á su cabecera, Paco rro entró en convale– cencia, pero con un hum or tan perro y profi rien· do tales blasfem ias, que todos dejaron solo á Corazon de Oro .Un diaque éste afectuosamente le sirvió una taza de caldo : - ¡Mal rayo te parta, bcato !-- blasfcmó aquél
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