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EL P,\ÍS DE LA GRACIA mas para quienes el placer es basura; y ese era tambien el que secretamente colmaba el cora– zon 'de :.Ianolin, quien decía para sí, que no era mucho que tuviera vacío el corazon, aque l que se propone llenarlo de vaciedades. Po r eso si– guiendo su filon, y viendo que el Palac io se le llenaba de dones, miéntras tantos hermanos su– yos morian á falta de lo preciso, infor móse de las mayores necesidades . Y habiém.!ose enterado de que en el pueblo había un pobre zapatero corto de vista que apé – nas trabajaba, y un cochl.!ro que no engancha – ba porque se le había descabalado el tiro, y un ciego que 110tañia porque tenia rota la guitarra, y un veci 1~0 hablador que padec ia saba iio ne~ en las orejas, y un oido r sordo que lament aba su desd icha, y un estud iante re:;Íriado por llevar agujeros en la capa, y una huérfana desconso– lada porque no tenia amparo, y un barbe ro abu r– rido porque no sabia ni una noticia, y un labra– dor melancó lico porque la sequía le agostaba la cosecha, y finalmente, un zaga l allig ido por – que el lobo se le había merendado cuatr o ove – jas de la majada; Al punto regaló unos anteojos al zapatero, un caballo al mayoral, un tapabocas a l vecino, una guitarra al ciego, una trompetilla al oidor, una capa al estud iante, una dote á la huérfana,
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