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COR.~ZON DE ORO Llorando le encontró su respetable madre que venia á comérselo á besos, y suponiendo que su hijo era ya víctima del primer ataque de la terrible enfermedad, exclamo: -¡Ay Santa María la Blancal ¡Fortaleced su corazo n! -¡Mad re y Señora mi al- respondiói\Ianol in . Sepa vuestra mer ced que estas lágr imas no son de melancolía, sino de gozo puro y sólido. Con vuestra anuencia voy á seguir exp lotando el filon . Y al punto dió las órdenes para que llevasen el jamon y morcillas á una pobre fam ilia que pcrecia de miseria, las botellas á un desgra– ciado cesante que habia perdido el apetito al perder el empleo, y el relicario á ot ro enfermo de peligro, Consejero de la Sala de las Mi! y quinientas. No estamos lejos de asenti r , que el hacer bien viene á ser como e l comer y el rascar, que solo quiere princ ipio. La caridad tiene tambicn sus golosos, y sus fanáticos: darse á hacer bien y despedazarse por su prójimo, es en ciertos hé– roes pasion tan avasalladora, como en los bor– rachos y rateros el beber ó robar . Siendo e l hombre naturalmente egoista,¿qué les mueve é impulsa á esos héroes á sacrificar– se? Tal es el misterioso licor que embriaga las al-
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