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PRÓLO GO I I comunmente el progreso moral y la prosperidad verdadera de los pueblos están en razon ill\·ersa de su progreso material cuyas mara,·illas deslumbran al vulgo; no cabe duda ninguna que Espaüa es, entre todas, nacion de primer órden: y esto si que debe consolarnos y hacernos agradecidos con Nuestro Sefior, el cual no consintió que la Nacion consagrada á su i\ladre y Reina de los cielos, se materializase y entregase á felicidades de ft.fa, á ntes quiso que fuese siempre la tierra predilecta y es· cogida, y que su pueblo fiel no encontrase estorbos que le impidiesen granjear el envidiable eterno gala rdon . \' como de ordinario, es propia la alegria en un hijo que tiene contento á su padre, ::tsí parece consecuencia de este religioso espíritu, el humor jovial y bullicioso de nuestro pueblo , no accesible todavía al fastidio, al esplin ó .l la linfa que tan tiesos y aburridos hace respectivament e á los rran– ceses, á los britanos y á los alemanes . Decía un español aficionado á viajar que siempre que entraba en una poblacion de la Europa civili– zada, creía ir acompatiado de dos difuntos, es á saber: del espíritu cristiano ext:ngu ido ¡~or el sen· sualismo, y del buen humor público sofocado por la especulacion: «Allá, decía, ni las guitarr:ts rasguean, ni las castañuelas distraen, ni las coplas populares aleg ran , ni las estudiantinas hacen asomar la gen te á los balcones, ni las serenatas quitan el suefío; pero en cambio los serenos no entonan el A1 1 e 1Warta P1trlsi111a, ni el canto de la aurora despierta :i los devotos de María, ni el A11ttlus hace descu· brirse á los transeuntes, ni las procesiones desfilan
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