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EL PAÍS DE LA \jRACIA ra. Pero tambien esto le cansó pronto, y sintio otro ataque más ruerte que el ante rior, que le tuvo entre la \·ida y la muerte . » Visto que las riquezas no le satisfa cian, lan– zóse á la conquista de honores, y como era leal caballero, y discreto y cortesa no, no tard ó en lograr del Rey el titulo de gobernado r de un l~stado . Como militar á quien conceden un as– censo, celebró tan gran honor con sus amigos, pero al clia siguiente del convite sintió la impre– sion del agujero en el pecho y tan ruriosa con– goja, que le puso á las puertas del sepulcro. »Recibió nue\·os titules r favores de S. ::vr., pero cada vez que recibía un ascenso, tenia un momento de júbilo, r en seguida se repet ía el ataque de murria. Entónccs torció el rumbo, y no quiso más riquezas ·1i hono re s, que unas y otros los pueden ganar los necios, pues la fortu– na es ciega. , Puso, pues, todo su conato en conquistar gloria, CJUC sólo el verdadero mérito puede ob– tener. Y parc(:iéndolc digna de su nombre y de la inmortalidad, la g loria de conquis tador, pidió como tan diestro en sojuzgar países, se r man– dado á la rcduccion de varia;; prov inci as de in– dios que se habian rebelado. Logró los laureles de la v ictoria, y el título de Capita n general de los ejércitos rea les, á más del prestigio de la

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