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EL PAÍS DE L..\ GR.~C{A lar. Cada vez que un indi\·iduo de la famil ia gustaba un placer apetecido, como si la alegría de un momento hubiese sido un act ivo vene– no, el rosicler de: las mejillas desapa re cía, una cadavérica palidez asomaba, y á la sonrisa, á la carcajada, al pasajero deleite, suced ían una tristeza deyoradora, una post racio n de ago ni – zante, una misantropía mortal. Entre la famili a se solía llama r al accidente, la co ngoja ó la de– sazon. l·: infaliblemente era precursora en cor– to plazo de una tristísima mue rt e. :\'I<:dicos, saludadores, alquimistas , as tr ólo – gos y nigrománticos enmudecían a nt e la miste. rio sa enfermedad: y en la je rga de su ti emp0 decían los más presum idos de ellos, que la fa. milia de Corcuera padecía una fiebre pe st ilen– te y maligna, y que los humores acres, salinos, proc lives y melancólico :;, de.tal manera' tenian ya emponzoñado el co razo n , que éste yacía hueco, horadado, y con un agujero tal, que de – bia caber el puií.o de la man o . J\ esta se nt encia se ad hería n los genea log is– tas, que demostraban, como tr es y dos ::.on cin – co , que siendo los Corcucras po r línea recta, descendientes de l célebre D . Alva ro de Lun a, 0 del famoso D. Gomez Luna, aquél ajus tici a – do trágica mente, y és te alevosa men te ases ina– do en el Perú, por la;; v1.:nas de los Co rcueras

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