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PRÓLOGO o ta tierra, y asi, mientras en otros pa1ses metaliza. dos y cult os há tiempo que no se quiere oir la pala– bra de Dios ni se hacen milagros á causa de su in– credulidad (1), entre nosotros pasm:m las mara,·i. llosas con"ersiones que se obran en cada mision y la facilid ad sorprendente con que un espa11.ol ,me– diante la gracia de lo alto. entra en los intereses de Dios. Hasta para hacer la guerra á la misma religion cató lica, se toma Lntre nosotr os m:\scara de reli· gion, que de otro modo no fuera posible; y nndie duda que de haberse francamente declarado á los soldados que se trataba de luchar contra la Santa Iglesia, nunca hubiera habido huestes ni ejércitos revolucionarios en nuestra Patria. Los mismos caudillos suble"ados en nombre de ideas subvers ivas. celebran sus triunfos con solem· nes T.:-De:011, y jamás tm·imos guerra con el c:X· tranjero (inclusa la última de :\frica en que se gri– taba cristia11ost,111/ramoros). que no desplegasemos el lábaro de la cruz como recur so infalible de electrizar y subleYar las muchedumbres. Sea el Sefior bendito mil veces, pues mientras en otros países civilizados. perecen diariamente le· giones de escépticos, incrcdulos y herejes que alar – dearon de ilustrad os y hombres ele su tiempo, y á los cuales de poco les servirán en la otra vida las conquistas de la revolucion ni las luces del si– glo, por haber dejado apagar la centella de la fe,-entre los espat'íoles, por el di\'ino favor, hasta (1) E.t n()n fccit iUi vi1ll,h::,, m:ilt:h prnp:t1 i11..:.zcdu:icatc111 illr,1H111. ()lath . XIII. ;S.}

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