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8 EL ?A Í~ OE: L\ GRACIA triste figura c¡ue como potencia re\·olucionaria hace nuestra patria en el concierto europeo. Atina– da y oportunamente ha dicho un ilustrado escritor contemporáneo: «Espaiia, evangelizadora de la mitad del orbe, Espaiía, martillo de herejes, luz de Tremo, espada de Roma, cuna de San Ignaci o... esa es nuestra grandeza r nuestra unidad: no tene · mos otra. El dia en que acabe de perderse, Espa1la voh·erá al cantonalismo de los c\rerncos y de los Vectones o de los reyes de T:ufas 1 1, . l I La ~racia inestim:i.ble , extraordinaria que Dios hizo, pues, á nuestra patria, distinguiéndola sobre muchas naciones, es aquella que con tanto ahinco rogaba Jesucristo :i su Padre la noche de la cena: Padre mio, que lor/,1s ut11t uno, /()1110 Tu_,. y{I so111os una cos(l. Esla es 1:1. gracia española por excelen– cia: haber logrado del ciclo 1m Dios, u11a fe, 1111 baulis1110. \' no hay tesoros <:n todo el mundo ni beneficios debajo la capa del cielo que se le pue – dan comparar. Y en efecto: si :i otras naciones les abandona Dios las aptitudes extraordinarias para los adelan tos materiales, de donde fácilmente vienen á ol· viciar su alto destino y á limitar sus aspiraciones á los goces de la materia\ á España, en cambio, pa– rece que por más ami~a, la reservó la idoneidad para las verdades de la fe y las cosas del espíritu. A raudales derrama el Sefior su gracia sobre es- (1) )lcn cmh.:l Pe1:t)''', 11.-t ,riub.ro~ nf,11:cla-1. r. 111.

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