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PRÓLOGO 7 se le hace mudar de costumbres, de aptitudes ni de ideales, y harto lo dice la sangre derramada por la religion en nuestra época esencialmente sensual y egoísta, y en que nadie piensa más que en el progreso material. «La Revolucion ha pasado por Esp:liia, escribía Balmes, pero el catolicismo Yive atin, con sus prin– cipios fijos é im·ariab les, con sus conYicciones ro– bustas, con sus altos pensamientos. con aquel len– guaje de seguridad que reYela al homb re con toda certeza su orígen y su destierro, con aquel ademan majestuoso que le marca la linea de sns deberes. Allí está, en medio de esa sociedad disuelta, con– serváBdose como columna en pie, e::n medio de un campo de ruinas. ¡ Ay de nosotro s si llegiísemos á perder esa alhaja preciosa, si llegásemos á des– asimos de esa áncora, sola que puede salvarn os en tan deshecha tormenta, si perdiéramos de vista ese faro que esclarece un horizonte de tinieblas (1) . Y es tan poderoso y fecundo que, conforme al axioma filosófico , segun el cua l los efectos aumen· tan ó disminuyen con la causa que los engendra, Españ:, ha sido en la snces ion de los tiempos más grande y más feliz, i medida que aquel celestial rocío fecundizaba más libremente nuestro sue lo, y que nuestros monarcas enderezaban sus emp resas á utilizar las maravillosas dotes y aptitudes de nuestro gen io para la exp lotaci on del rico, prodi– gioso y nacional filon de la santa fe. Y que no tenemos otro, Jo evidencian el raquitis– mo y esterilidad de la Re volucion espai'íola, y la (x) l\lisccl:inca.
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