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100 EL PAÍS DE LA i;R ACIA -En fin, un ángel. .. . -Un ángel, á la verdad. La curios idad me llev6 á indagar de dónde sacaba tan heróica paciencia, y tan jo\·ial sumis ion para cumpl ir sus· deberes de esposa, y humor tan igual en todas las contrariedades de la vida . Y como noté que cada vez qut: venia de comulgar traía como un nuevo aroma de suavidad y de inefa– ble alegría, empecé á sospt:char dónde deb ía ha llar se c:l manantial de tanto bien . - Veo que: es una historia más bon it a toda – vía que la Cnrz dd JJ 1 Iatrimo11io de Eguilaz. -Y sobre todo, más verdadera y más moral. Tú que me conoces, adivinarás que e nt re las extravagancias de marido independiente, au t ó– nomo y libre-pensador, nunca di en la ridic ulez. de oprimir la libertad de aquella santa en sus ejercicios de piedad. -¡ Ese es género melodramát ico, bru t al y por contera cursi! ... -Co mpletamente. i\iti mujer, que me ag ra – decía en d fondo esta deferencia á su libertad, me peclia, no obstante, perm iso pa ra todo. Un dia me preguntó, si tendría inconven iente en que pusiese pegado á la puerta de la esca le ra un papel impreso con el nombre de Jesus y el lema: Detcutc, enemigo, etc. Ninguno, le d ije, que en todo caso. mi pol1tica anti-católica, como

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