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EL !'AÍS m; LA GRACIA - Chico, e,, una precio-:a no\·ela, que podría titularse: La que puede una mujer. -- Toma, pues _iu;;tamentc e,; el mismo título que ,e quería yo <lar á mi hi;,toria . -Ea, pues; ya me picas la curiosidad, y no cuento la mia hasta que me reveles tu intere– sante folletin. - Sea. Ya conuccs, Luis, aquella senten cia del autor Íél\"t1ritode nuc..;tros malos ti empos,seg un la cuai, las mujeres son como las viruelas ... - ¡ :.fagmfico! Lo recuerdo perrectamente. J'orquc hay que tomar una para librarse de las demás. - l'rl·cisamentc: por fortuna mia vine a CO· noci.:r una beldad que ... -¡;\delante! ¡:\Tt: la figuro! ¡Lin portento! \[ás, mucho m,ís. Era un !>Crafin. Yo, co1110no ignora,;, había pt:rdido la fe estud ian– do medicina, y bastanlc pHrte fue ron nue stros profesores, y entre clios alguno ele quien un compañero ba:--lanle reaccionar io decia que, al exp licarnos T0xicolog1a, no:; intoxicaba el alma. Pero sin tener el fanatismo de secta ri o, y reve– rente cn d fondo con la religion de mis padres, venia a ,cr un <.:xccptico inofens ivo, un hijo pródigo ele 1:-i lgle~ia. - Te veo tfc;·mir. ¿Pero cuándo llega ese port<.:nto de..: bcl!cza metido á prcdicador?
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