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96 El. PAÍ5 u~; LA CRAC!A - Pero ; rayos y centellas! como decias tu cuando ambos cornamos la tuna y lc1amos no – velas, ¿qué vienes tu á buscar por las iglesias~ ¡ r\b, tronera, calaveron '. ¡ En cualquiera rincon hubiera yo bu::;ca<lo a Luisillo Bena,·idc'J mé – nos al pie de lo.-; aitare" ! - ¡ :\[iren quién habla! El inventor del Dar– w111ismo pcrfecciona<lo, que <lefcndia que el hombre no procedía, como a,cg-uraba locamen– te IJarn in, de un mono, ,,ino de una mona. Tc::;is que tu, implacable sostenedo r de pa– radc,ja-;, sostenía-; a tu modo, diciendo que, puesto qu<.: ;i todo mortal le parece su madre hermosa, y una mujer herm osa no ¡:,ue<le mé– nus tle s1.:r mona. t11dos infalibkmentc proce– d 1amos d1.:una ídem. ¿ Te acu<.:rdas, .\ntonio, tk aquel dia que tti, el Doctor Chufas, como te llamabamos á causa de tu pachorr;i y frialdad constitutivas, le arrojaste en d café ele la Luna una bote lla, á aqud quidam que os,, atentar con palabras al honor de una amazona u üuy, re <lel Circo de Pric1.:. ü quien tu quijotescamcnk defendías? - Calla, de~cocado, mas bajo, que te oye la gente. J>or cierto que ella tiene abierto ahora en la era del :.lico un establecimiento bastante acre– ditado de c;•llos y caracoles.

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