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- 81- para defender la doctrina católica de los ataques de la falsa Reforma . Y para esto dió nn puntapié al mundo: abandonó la can·era militar y colocó ante la eflgie de la Yil'gen Inmaculada, aquella espada que ra no quc l'ía usar, aquella espada que le ;,ecordaba nna vida que lloró todos los días de su Yida, aquella espada, qno antes de su corwe rsión esgrim ió defendiendo la rap,1cidad ele Fernando \', el inicuo con– quistador de :i'\abarra . Los 1·eligiosos vascos que en1ng0Ji7,ai·o11 las Indias, no fueron en ,·indo s por ( i ipúz– koa, ni suponemos que llevarían nllú más misión, qne la de dil'undir la ,-erclad crh, – tinnn. la que hoy impele ú millm ·es ele rc– Jígiosos ú recotTer Ja tier ra . l'reclical' á Cristo. pL'escind iendo de nacionnlidad es terrenas . Lcgazpi, Uda11 eta y Elcano, tampoco ,-,,lliel'on de Gípúzkoa pot· 01·clende sus Juntas generales. Abandonaron su Pakia y se pusieron al ser vicio de los reye s de Espnfrn, porque esto conven ía á sus parti– culares intereses . Fueron unos ilu st res a,,cnturcros, según el testimonio no recu– sable de Cánovas del Castillo.

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