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Jardines de la Taconera. Antes de llegar á ellos se encuentra el Parq1u: de Taconera, que hasta el año 1889 formaba un paseo continuado del de Va– lencia, en cuya fecha quedó separado de este por la conslrufcion del ensanche de la ·Ciudad, media.nte la calle de las N(l'l)as d.e 'Iolosa . No es mny extenso, pero si agradable, cruzado de varias sendas con setos y jardines, un lindo palomar, y los correspon– dientes bancos, faroles y vallados. En I 897 se hicieron varias reformas importantes, como una bonita cascada con su corres– pondien~e estanque, en el cual viven patos y cisnes. A conti• nuacioo sigue el Salón d.e los Jardinu, paseo muy hernioso y esmeradamente cultivado, adornado á derecha é izquierda por lindos parterres de abundantes y variadas flores, hermosos ar– bustos y corpulentos árboles. De trecho en trecho se veo 32 pi– lastras de piedra, terminadas con jarrones de plantas aromáticas y medicinales, y abundantes asientos de piedra y de madera, todo alternado con profusioo de faroles de luz eléctrica. Al extremo del Salón bay un elegante ~urlidor con amplio pilon, y en el lado de la izquierda se ve una tribuna rodeada de follaje en · 1a cual se sitúa la orquesta en los días festivos. Tem1ina este paseo con el Mirador, desde cuya balconada de hierro se goza un delicioso paisaje, á la falda del majestuoso monte de Sao Cristóbal. El paseo central de Taconera tiene el recuerdo histó· rico de haber acampado en él el ejercito que el Rey Católico envió á las órdenes del Duque de Alba en 15 I 2 para intimar la rendicion de 1~ Ciudad, mientras se estipulaban honrosas ca– pitulaciones.
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