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-7 3- cuales por una y otra parte hay \'f'rda– deras batallas y sangrientas r epresal ias . El general guipuzcoano D. Tomñ. Zu– malacárregui , jefe de las fuerzas cnrlis– tas e n e l Norte, cae herido en e l sitio dé Bi lbao y muere á los pocos días. La gue – rra co ntinúa con \·arias fortunas hasta que fué nombrado D. Rafael ~[arot o. En tr e tanto los lib e ral es, divididos, tie– nen otra guerra en la Corte si no tan sangr ien ta más renco r osa toda da y se s ucede n los minist er ios rápidam ent e y se decreta la desamort izáción y la exc lau s– tración de lns órdenes r el igi osos y un empréstito de 400 millones y la quinta ex – traordinaria de c ien mil hombr es . Los cue r pos francos cometen todo género de excesos y habiénd ose les negado su entra– da en Pampiona, se s ubl evan, entran por fin en la ciudad, dan mu e rte á los gene – rales Sarsfield y Menclivil, y por últi– mo Espa r tero cast iga con seve rida d á los cu lpables . Al año s iguiente se not ó en el campo ca rli sta síntomas de ind isc ip linn contra f\larot o . Este tomó sus medidas y, v iendo que no era obedecido, hizo fusila r en Es– te lla, detrá s de la basíl ica del Puy, á lo::,; gene r ales G uergul, Sanz y García y po– co después se firmó e l conven io de Ver– gara (31 de Agosto de 18]9 ). Casi tocios se sometieron al C onvenio. t>ocos d ía s des– pués se clió una batalla en el Baztán y á

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