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-()0- Pero hay Provid e ncia. El cielo no le dejó disfruta r la coron a más que 15 díns y muri ó he redan~lo el tron o su nieto Fr(!~I – cisco Febo (l-l-19) env enenado tamb1en dos años más tarde. D.ª Catal in a, su he rmana , le suced ió bajo la tut ela de su madre D .ª Magdn – Jena. Tratóse de casar á la reina con D. Juan, primogénito de los Rey es Ca– tólicos, cosa muy conveni ente por hab e r ahorrado á Navarra disgustos y gue r ras intestinas; pero preval eció la influencia de Fra ncia y D.ª Catalina casó con Juan de Albret ó Labrit, señor de Gu– yena . Es tuvi eron los reyes en perpetua discordi a co n el Cond e de Lerín , condes– table de Castilla, á qu ien apoyaba don Fern ando el Católico. Así se fué intr o– duciendo cada vez más la tea de la dis– cord ia, y D. F e rnando , como esposo de D.ª Isabel, á quien perten ecía la corona de Na vana según el testamento de :-.u cuñada D .ª Blanc a, y apoyado adem:\ s en una bula de excomunión que se dic1:: lanzada por el pontífice cont ra Juan de Labrit , acusado como cismático, intr odu– jo nume rosos sol dados en Nava rr a, tomó á Pn.mplona y Tudela, t eniéndos e que 1·e– tirar á F rancia D.ª Cata lina y su esposo . Durant e es tas luchas hubo muchos com– bates y se cometi ero n excesos dignos de reprobación. Al fin en las Cort es ce lebradas en Bur-

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