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-J Cl- varra otras tantas veces, arruinadas sus murallas, y vuelt as á reconstruír por Felipe II , se encuentra ence r rada como dentro de un círculo de pied ra sin pode r extenderse ni ensancharse como tantas otras ciudades modernas. Sus fortificaci ones, sus fosos y ciuda– dela le dan un aspecto muy sévero en perjuicio de su progr eso mate ri a l é hi– giénic o, aunqu e tal vez no tarden mu– chos años - y qui era Dios sea pronto -e n que sean hallanada s con gran ventaja para la poblaci ón y sin ningún perju icio para la integrid ad de la ciudad , ya que tiene el magnífic o fuerte de San Cristó– bal como atala ya y defensa de la misma. E l int erior de la ciudad presenta una agradable distribu ción de calles , plazas y paseos, las que consient e su rec into La higi ene se halla bien ate ndida en genera l, la limpieza y el alumbrado nada dejan que desear y el acueducto de Su– biza la provee de exc elent es aguas, ade– más de las que suministra el hermoso manantial de Arteta. T ambién se hallan en esta do satisfac– torio la moralidad , el cu lto y la instru c– ción popular y la beneficencia . Goz an ele antigua y merecida celebri– dad el Hospital provincial y la Casa de misericordia, y en br eve tendr á otro mag– nífico hospital - quizá el mayor de Espa– ña-en medio del campo á la derecha de

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