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86 Epoca VI . Restablecim. d-: .'os G'11.·2nt, Jo, Sob~ranos á separar los sepukros de los tem– plos y ciudades; y la obligacion que tiene todo buen ciudadano de venerar y obedecer tan sabias pro– ,:idencias, y sacrificar á su cumplimiento, y ai bien p1íblico sus intereses , y derechos p:irticulares. En Saulieu ciudad de Borgoña, se abrió un sepJlcro para sepn lu r el cad:í ver de una muger, junto á otro en que veinte y tres días antes se habia sepulta– do el de un hombre corpul ento y obeso, cuyo hedor incomodó mucho á los prtsentes : al tiempo de ba – xar al sepulcro el nuevo cadiver, cayó de golpe por vn acaso , y corri o de él un1 porcion de materia insufrib le al olfato , y tan nociva , que de ciento y setenta ·personas que entraron en la Iglesia desde que se abrió el sepulcro hast3 el entierro, las cien– to qu.:uenta y n 1 Jcve contraxcron la misma fiebre maligna de qt.e habían muerto el hombre y la mu– ger mencionados ( 1 ). En Mompeller murieron tres, que baxaron á una cueva ó cisterna á sepultar un cadáver, y otro se Yi6 en t.!1:to :•pmo, que solo volvió .á costa de muclus d dihencias, y de allí adelante se llamó el RiJs11citado. Este suceso trágico oblig0 á Mr. ffa~ gucn•)t á hacer varias especulaciones , y escribir s11s 1~!.·iiJori,?s sobre este particular. Dexando abier – tas las CÍ!,'.t~rn:is por muchas horas se minora el riesgo, p~ro cst\) es trasbdar las exalaci0nes cada– v~ricas al ámbito de la. f glesia. Mr. Berard re– fforc, que sienJo preciso exhumar un cadáver, que por estal' superficial derram~ iba.un olor pestilente , :í fin (1) Marct DiJsert. s:er les il,mgers des scp11lwres,
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