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~o Epxa II . Pr-.. frtica ck los Christian os gen, entre J erusalen y el monte O!i \'ete , ó como otros opinan cerca de Efeso, el de San J uan Evan – gelista no lexos de esta ciudad, el de S. Estevan en el lugar en que foé apedreado , el de San Igna– cio M 4rti r en Antiuquia fuera de la puerta Dafní-:– tica ( r), y ot ros t estimonios que acuerda la H is. tor ia son a poyo de esta verdad. Luego comenzó á difundirse la Iglesia en todo el Imperio Romano, cuyas leyes y costumbres alejaban los cadáveres de las poblaciones, y de los templos coo no menor rigor que las de los-He_breos; fundándose tambien en la salud pública, y en la santidad de los Jugares dedicados al culto de sus Dioses , que creia11 inmundos y profanados con el contacto, y aun con la presencia de los muertos. Los dos pr imeros Re– yes de Roma, Rómulo, y N urna fueron enter rados en el · monte Janículo, que entonces estaba fuera de la ciudad (2). Sus sucesores en el campo de Mar – te (3). En el principio solas las Vírgenes "'í,T estales g1)z:1ban el . singular privilegio de sepultarse dentro de Roma, el que perdian b s que vio l;1bon el vot o de virginiJad , y er.tt )llces eran enterradas en un cam – po llamado del crim ' t1 pur cstJ causa (4). Dc spnes se extendió dicho pr iril egio á los Césares como afirma DioH (5) , y luego á los que conseguian el ho- ( 1) S. H_yer. de Script. E cc!rn'.-zt . (2) De Romul ü In anrina Gt>thofredo in Cod. TIJeod. lib. 9. tit . 17. cap. 6. D e Nu ma, Pl inio /. 13. c. 13. y Aurel. Vir.t. 2 . Orig G. R. (3) Apian. de bello ci?. (4) Liv. li b. 8. Duad. 1. D.íon. Hali r:1rn. lib. 3~ 90 .· Ov id . fast. 6, (s) Ap . Cicer. lib. z. de Leg.

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