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5 Pasaron los aiios, y el Partid11 11acio11al ista n1sco, creciente y cada vez 111{ts vi~oroso, se eut regaba ardorosame ut e :í la labür de restaurar las carac ter isticas nacio nales, ¡ipi laudo elementos y ma– teriales para la reconstrucciú11 de la v ieja casa solariega de nuestra raza que la generac ión nacio nalista había encon t rado Mru inada por ia desidia y las cle\'astacio nes de los siglos precedentes. Los patri otas vascos querian sal\'a r, con 111 esfuerzo de n1lu11tacl, el letal int er valo de los sig los mu ert os, e.er rar el largo paréntesis du– rante el cua l nu estra uacionalidacl habia quedado como ecl ipsada y casi muerta, rea nudar el hilo de uu estra histor ia nac i0nal en el punto é instant e en que las inconceb ibles divergencias ent re los vascos, bien at iza das y fom entadas por el e11emi gv secular, habi:tn llegado ü romperlo. La labor . en pocas palabras, era (y es) de res– tauracióu de la nacional id ad vasca cu todas s11s carncterísticas. Mientras tanto, el part ido carl ista se mant enía en gra n hosti li– dad respecto del Nacionalism o \'asco, hostiliclad qu e se manifestó c11diversas ocas io11es y ba.iti múltip les ío rmas; pero si11 volver ,í i11tentar u11ataque co11wel que liabí:1 clíri ~ido, co 11 t.111 escaso ~xi– to, e11 1897 á la doc tri 11a nac io11alis ta. Acaso le co ntuv o c11tan prucle11te reserva el recuerd o ele la pri111era ave ntura y del dCSl'a– labro sub sig ui ent e; acaso la prop ia decadencia del carlí:;nw, tan r,lpida durante los últim os ait0s en los que la indi gencia de ideas ele ese par tid o ha ll egado \'erdaderamente ;\ la clcsolació n, le obl i– gaba ü t an desusada im1cti\'idad; acaso esperaba ele su verbo y maestro , don Juan V1izquez de Mella, un golpe deci:,irn. asestado con 111a110 fir me y segur tajante, al Nacio11nli s110vasro en su propi a miz. Acnso las tres co:;;as ,i l a vez, y es lo 111:'i:c; probab le. Es el hecho que jam.is ct11 10 alwra en rn éiscurso de Oviedo se Ita visto al seflo r Vázquez de Mella c:01J1batirtan de frente, y co11tanta decisión y brío, las ide as de l Nacio11alí:rnw vasco . l:.vi– dent e111e11tc, el discur so oi<lo por los asturia11os iba dir igido :\ los vascos - que, en verdad, para la i1m,<:11sn mayoría ele los bu e11os astures que co11stit11ían aquel p11blico, los 110111bres ele bi:.kaira – ,.,.as y 1ta¡icu·tr11·1us so11aria11 á cosa tau couoc ida co1110los ritos esoté ri cos del Thib et . Y cierta111e11te, 110 es de ex tra 1iar qu e el t it ul ado tra d ícionalis- 1110 espmiq l cuy a cabeza visible es dou Juan Vüzq uez de M ella, sienta vívamed :! y lamente co11amargurn la pérdida ele las fuer– '1.aSvascas . Ent1e todos los pueblos pc11ins11l:.ires,solamente dos, CataluC1ay Euzkadi, se manifie stan ardi endo en ansias de re11aci– miento y en deseos de acción , palpitantes de esperanza; el resto es una compl eta desolación bajo el califato ele caciques y el rnau– tlnri u::to de sf1trap as. Solo estos dos pueb ·tis, el catalü11 y el vas – co, pueden ser hoy «la levadura que haga fcrn 1e11tartoda la masa,>, según la mente . de los regío11alíst. s espa1iolcs. Oc los cata laues, en general muy avanzados y radicales en materia reli ~iosa y so– cial, poco ó nada puede esperar ese <•bloq ue de las derechas espa-

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