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- 1!) - ,i las valerosas tribus vascas, y que nuestra nación supo guardar heróicamente su altiva ind ependencia. No se nos hable á nosotros, por con.siguiente, de <conquistas y reconquistas · : estos sucesos hi stór icos constituirún acaso un lazo cteunión ent re los dem:ís pueblos peni11s11l::ires; pero nada nos di– cen á los vascos . Cierto que hemos guerreado durante la Edad Media con tr a la 111orism11 en las Castillas y en Andalucía; pero no por libertar ü nuestra Patria que era libr e, sino por celo rel igioso, por amor :í la Cruz. Conexamcnte defendíamos la causa de los meridionales, que 110shan pagado • bien , esa defensa: recordemos á Fernando V el falsario, al duque de Alba, el a1io 1512 y el 1839. Estos recuerdos no se borr,111con e1ocuentes frases ni con graciosas imágenes. Tambien el pvlaco y el moscovita pele:1ro11juntos por defender la civ iliz ación crist i ana cont ra las inva siones mongólicas; pero con todo eso, el po laco ni es ni qui ere ser moscovita, ÍI pesar del pa– rentesco rac ial entre esos dús pueblos, par~ntesco que 110ex ist e entre lus vascos y los espa,ioles. Y solamente la ignorancia ó el desparpajo yabana pueden ex– cusar de la osad ía de venir, ü habl arnos, espec ialm ente ,i nos otros los nabarros, de las <vicisitudes de una larga historia • <;uando esa historia larga contiene sucesos como los de 1512, por los que nues – tra Patria, victi ma del • ama1io y del furto • , quedó desgarrada, ;111- ti cipándose en 1111 cr ist iano y libre Reino del Pirineo vasco la mi s– ma suerte infeliz que dos siglos n1cístarde cupo ú Polonia, víctima cte Federico 11 el prusiano. ¡Y todos compadecen tí Poloni a, y nadie se at:uerda de Nabarra, nadie m,is que los nacionalistas vascos! XI. La Hidráulico y el regionalismo El se11orMella, con objeto tle rebatir ;í sn modo las doctrinas del Nacionalismo vasco (cuyos íundament os est.í n muy ;í salvo de la débil crit ica de ese orador), á falta de sólidos argumentos que por ninguna parte co nsigue asir, se vale ele i1rn\genes y figuras por él a111aiiadascon esa habilidad tan brillante como superficia l, que forma parte muy importante de l arte del ora dor. Claro es que una i111agen,por peregrina que sea, jamás equ ival e al menos válido ele los argumentos; pero ante 1111 público bo11;1chón,favorablemente prevenido y poco anal ista, la proí usión de l as imágenes sirve bien para disimu lar la desolada inanidad de las razones, la erupción, ;í plen os borbotones, ele floridisinrns frases cubre piadosamente la fa lta de ideas sustanciales y de meollo . Pero casi siempre acontece que la imagen previamente wn aiiacla para un objeto dado es sus– ceptible ele ser retorcida y aplicada, con la misma l egitimidad, al objeto que se opone di ametralmente al propuesto.

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