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- 11 ~ VI. ¿Q ué es la "nación», segú n Mella? Bajo una aparente sencillez, el seiior Mel1a ha dejado ~proba– blemente de int ento) muy confusa esta especie de,embriogenia política que nos describe en el párrafo que ahora analizamos. La confusión es prob:iblemente voluntaria por las razones que ya hemos apuntado, es decir, porque el señor Mella huye á todo trance (él se sabrá por qué) m de establecer el fundamento étnico ó racial de la nación. Pero como no se juega en balde con la ver– dad, veremos dentro ele muy poco una consecuencia inesperada que se desprende de las erróneas premisas del seiior Mella. Volvamos ahora al famoso «conjunto de regiones». Segúnse puede entender de la teoría del seiior Mella, el •con– junto ele regiones• (que no se sabe cuáles son, ni cuál es el lazo que á estos fines de organizac ión política las une) llega .í crear y á constituir el Estado corno organismo de la soberanía política y de la dirección suprema. Está bien: vemos ese •conjunto (,·0111- ¡,letamr nle arbit,•a,.io ) de regiones• y vemos también • el Esta– do• creado ó constituido por ell.is; pero no vemos «la nación• . ¿Quégrado ocupa «la nación• en esta escala embriogénica ascen– dente?¡No nos lo ha dicho el señor Mella! Pur u11apart e, ¡1r11'c1·e (véaseel siguiente párrafo del discurso del seiior Mella, titulac!o «El principio regionalista y la nació11•) que, para el orador tracli– cionalista, «la nación• es aquel •conjunto de regiones»; pero si este «conjunto• es arbitrario (como lo es ciertamente en la teoría del seiior Mella) no menos arbi trari o será el contt'pto de «nación• que de él se derive. Pero por otra parte, JJa,·cc también <~l (v éa– se el párrafo «La nación y el error nacionalista » del mis·uo discur– so) que, para el seiior Mella, el Estado, una vez constituido (aun– que como efecto), obra luego como causa sobre el consabiclo •Conjunto• , y vá así formando poco á poco la <<nación,>: es decir, pues, que la nación es obra del Estado, ó sea que la nación es el Estado mismo. Grosero error, mil veces rebatid o, en el que i11cu– rren, sin poderlo evit ar, los partidarios del criterio histórico <ex– clusivo» como el señor M~ll a. VII. Entre Bako unine y Bis marc k Volvamos, lector, al famoso •conjunto de regiones• para \·er la Ol El se lo snbc • .r nosot ros tnmbii•n. (2J Co11 1•! g(·11t•rn 11,• orator i11difu~n <tUl' PlllJJlrn 1·1 sr ,ior )(l•IJn <¡;l'twn, 1oltll· Hlfllll,· rx 1rAC'it·nlifko r oput•~f() nl c.1u~ dl~lwri11. pr :1tl ir nr,i• •·11una \ 1 ~q,o~i<.."iú11,loe.·· ll'inall pum 1·xpln1111r ~us teor ías, 110 un~· 111,i,. r,·111t·dio 1111,•pr1•<·,•1t,,r¡,111· c,u, 111i•1,1- Jo dr. ftpro x iwa cíoucs succsi uns; por,111(• ,., c•, 111,il.'lauwntl• impo~ihlt 1 clnt·t,l n d prnsnmicnto contrrto, definido, c1nro d,· e~~ orador. ¡ J::s la .,·,·nLníit• ,le las mcl11· vtns wHgnr riaun.;, lcctol'!

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